El Perro Cojo

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El Perro Cojo

El Perro Cojo

El Can Cojo

Con una pata colgando, desposeo de una pedrada,
pasó el can por mi lado, un cánido de pobre casta.
Uno de esos callejeros, pobres de sangre y estampa.
Nacen en cualquier rincón, de perras tristes y flacas,
destinados a comer basuras de plaza en plaza.
Qué tristes ojos que tienen, que oculta mirada
tal y como si en ella pusiesen su dolor a media asta.

El can me entiende; sabe que maldigo la pedrada.
aquella pedrada dura que le destruyó la pata.
Mas deja de preocuparte, ya no tiene que faltarte nada.
Yo asimismo soy callejero, si bien de diferentes plazas.
Vamos, puesto que, perro mío, vamos, anda que te anda.
con nuestra cojera a cuestas, con nuestra tristeza en andas.
Tú la pedrada en el cuerpo, la pedrada en el ánima.

Era joven y era viejo; por mucho que lo cuidaba.
Fueron muchas las hambres, mucho peso en sus 3 patas.
Y una mañana, en el huerto, bajo mi ventana.
lo hallé tendido, frío, como una piedra mojada.

Ya estaba mi pobre cánido fallecido de las 4 patas.
Cara el cielo de los perros se fue, anda que te anda.
las orejas de relente y el hociquillo de escarcha.
Portero y dueño del cielo San Roque en la puerta estaba:
bien surtido de intercambios con que sanar viejas taras.
“Para ti… un rabo de oro; para ti… un ojo de ámbar.
tú… tus orejas de nieve; tú… tus colmillos de escarcha.
Y , (mi can reía), tú… tu muleta de plata”.

Ahora sé por qué razón está la noche agujereada:
¿Estrellas… luceros…? No, es mi cánido cuando anda…
con la muleta va haciendo agujeros de plata.