Ser amigo de los hijos, ¿es positivo o un gran error?

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Ser amigo de los hijos, ¿es positivo o un gran error?

Convertirnos en amigo de los hijos implica dejarles huérfano de padre o madre

Los hijos necesitan el referente de autoridad del padre y la madre

En nombre del amor que se siente por los hijos y con el deseo de ofrecerles lo mejor a fin de que medren felices los progenitores desean establecer una relación próxima, cariñosa, sociable que les deje saber: de qué forma están sus hijos, qué piensan, de qué manera sienten, cuáles son sus contrariedades, sus gustos, preferencias, amistades, etcétera

Esta actitud en la relación con los hijos es buenísima siempre que este acercamiento no se traduzca en el mensaje de somos como amigos. Con frecuencia progenitores y madres me cuentan con orgullo y satisfacción, ser amigo de los hijos es fantástico puesto que nos deja conocer sus inconvenientes. “Mi hija de 3 años me dice: mamá ¿eres mi amiga? Claro cariño”. “Me puedes charlar como a tu mejor amigo, va a ser nuestro secreto”, etcétera

Transformarnos en amigo de los hijos implica dejarles huérfano de padre o bien madre

Nos consideramos que son mensajes positivos y que animan a los hijos puesto que la figura del amigo nos semeja más abierta, simpática, cómplice y que se da a la compresión y a la proximidad.

Mas si le ofreces a tu hijo ser su amigo o bien amiga, ¿dónde queda entonces la figura de padre o bien madre? Tu hijo, hija puede tener todos y cada uno de los amigos que desee (en el instituto, en el distrito, etcétera), puede mudar o bien ignorar los que no les guste, mas solo te puede tener a ti como padre o bien madre. Transformarnos en amigo de los hijos implica, sin ningún género de dudas, dejarles huérfano de padre o bien madre.

Los hijos precisan el referente de autoridad del padre y la madre

Los hijos, ya tengan diez meses, como tres años, siete, diez o dieciseis precisan siempre y en todo momento tener como referente la figura del padre o bien de la madre. Un padre y una madre próximos que estén con ellos y por ellos, que les asistan con sus contrariedades y que asimismo (fundamental) pongan límites a sus hijos, les afirmen lo que sí pueden hacer y lo que no, hasta dónde pueden llegar y hasta donde no y sepan permitir a sus hijos el coherente disgustado o bien tristeza que produce la frustración, esto es, cuando no consiguen lo que desean.

Si nos transformamos en amigo de los hijos les dejamos sin el referente de autoridad que precisan para medrar de forma sana. Un amigo es un igual. La relación con un amigo es de “tu a tu”. La relación con un padre o bien madre jamás ha de ser de igual a igual. Sí ha de ser próxima, abierta, cariñosa, flexible, sincera, sociable (“soy tu madre, me lo puedes contar con toda confianza; soy tu padre y me agrada saber qué te preocupa; no soy tu amiga mas juntas nos marchamos a entretener mucho; soy tu padre y puedes contar siempre y en todo momento conmigo, etcétera), mas siempre y en todo momento teniendo presente que el padre y la madre son una figura de autoridad, un referente ubicado en una escala jerárquica superior (no igual).