¿Por qué los niños tienen miedo a la oscuridad?

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¿Por qué los niños tienen miedo a la oscuridad?

Otros miedos

¿Cuándo es normal y cuándo es preocupante que tengan miedos?

El temor es un mecanismo de defensa, un sentimiento que se activa para asistirnos a huir frente a un riesgo. De entrada, puesto que, cualquier temor lo debemos ver como ayuda a la supervivencia. Merced al temor, durante miles y miles de años, los humanos, o bien cualquier otro animal, hemos podido salvar nuestras vidas.

Por otra parte, la obscuridad tiene connotaciones enigmáticas. Cualquier cosa puede acontecer en la obscuridad, que no controlamos bien, por el hecho de que no vemos. Los humanos, que somos enormemente visuales, en la obscuridad vamos muy perdidos (el olfato no lo tenemos tan desarrollado, ni tampoco el sentido del oído). A esto, agreguemos en el caso de los más pequeños una mayor inseguridad, indefensión y falta de recursos para tener imágenes mentales y comprender el planeta, lo que les circunda.

Es normal para un pequeño pasar temor en esas circunstancias: una habitación en la que de súbito se marcha la luz, un corredor obscuro, así sea de casa o bien, todavía peor, de un sitio no familiar, entrar en una gruta yendo de excursión, etcétera

Otros temores

Podemos localizar otros temores asimismo muy comunes: a reptiles, insectos, sonidos fuertes o bien estridentes, ignotos, etcétera Todos tienen la base común de traer consigo una posible amenaza para la integridad física de la criatura.

Hay una programación genética que nos hace tomar cautelas (escapar, gritar…) y eso nos ha tolerado salvar el tipo.

¿En qué momento es normal y en qué momento es alarmante que tengan temores?

Hay instantes evolutivos en los que son normales unos temores que, pasados unos años, tienden a desaparecer.

De entrada, los bebés no manifiestan de manera expresa el temor, si bien sí que pasan miedos que se traducen en un encogimiento anatómico que, de ser crónico, puede acarrear consecuencias caracteriales para toda la vida.

Cuando comenzamos a medrar, en el instante en que nos empezamos en las imágenes mentales y podemos simbolizar al unísono que desarrollamos el habla, los temores son muy usuales. El temor a la obscuridad es uno de ellos. Es una edad, la de cerca de los dos-tres años, en la que el pequeño se comienza a dar cuenta de muchas cosas que pasan a su alrededor, si bien no tiene capacidad para integrar, para entender. Su psique es un hervidero de emociones y su forma de comprender el planeta todavía es mágico-fenomenista, o sea, las cosas pasan no se sabe por qué razón.

La hora de ir a dormir

Enormemente egocéntricos por naturaleza, es el instante en que toca serlo, los pequeños de dos-tres años temen el instante de irse a dormir. “Si cierro los ojos las cosas dejan de existir”, “mamá, ven a mi ladito, tengo sed, pip텔. Es normal y debemos hacerles sentirse acompañados. Hay que sentirse muy segurísimo para abandonarse al sueño en esas edades.

Conforme entramos en los cuatro, cinco, seis años, el planeta comienza a aparecérsenos como más comprensible, más accesible. Asisten mucho los adultos contestando a los miles y miles de “por qué” de los pequeños, que desean hacerse a toda costa con las causas y los efectos de todo cuanto les rodea: el ciclo del agua, las plantas, el funcionamiento de los electrodomésticos, la vida, la muerte. Sí, la edad en que acostumbran a preguntarse por la muerte y el correr del tiempo acostumbra a ser en torno a los cuatro años.

Si los temores no desaparecen debemos ver qué sucede.

¿Qué podemos hacer?

Tratemos de pesquisar sobre la falta de seguridad de base que hay en el pequeño.
Acompañémosle, que nos sienta con él.
Respetemos su temor. Si nos reímos de él, de lo que siente, todavía se va a hacer más inseguro. “Te comprendo, en ocasiones pasamos temor, si bien ya ves, no está ese monstruo que dices… me voy a quedar a tu ladito un rato”
Si el inconveniente persiste es recomendable buscar ayuda profesional.

¿Y si proseguimos teniendo temor de adultos?

Hay adultos que tienen temores plenamente irracionales, que repercuten en su calidad de vida. La base de estos temores incomprensibles hay que procurarla en general en situaciones agobiantes vividas en la primera niñez, cuando todavía el córtex cerebral no se había desarrollado (poder razonar) y el terror que se vivió en una situación específica (nacimiento traumático por servirnos de un ejemplo) quedó empapado en el cuerpo.

¿Qué hacer ante ese temor a la obscuridad?

Respetarlos primeramente, ese temor tiene sus motivos si bien los ignoremos.
Ir alén de argumentos, tenemos que entrar en el terreno de las emociones para desenmarcarar la auténtica causa.
buscar una buena intervención terapéutica para suprimirlo.